viernes, 23 de octubre de 2015

El libro viajero y sus historias

Una historia chusca, 1ª parte

Autor:Carmen Jauregui Romo


Desde que vi el proyecto del Libro Viajero me enganchó. Pensé que a México le hace mucha falta este tipo de iniciativas y me encantó la idea de promocionar la lectura también de esta manera. Decidí que Tijuana, Baja California, México debía enviar libros a volar por el mundo. Quise participar y confieso que me tomó muchísimo tiempo decidir qué libro dejaría volar. Al final me declaro egoísta, celosa o de plano esclavista. No me he podido desprender de ninguno de mis libro tan queridos. Parece que la única forma de desprenderme de ellos es prestándolos, con la tonta idea de que me los devolverán; pero este no era el caso…

Decidida a no perder la oportunidad de participar en tan maravilloso proyecto, me dirigí a una librería que hay en el campus universitario para buscar el ejemplar que tendría la fortuna de volar, ya que los míos habían caído en manos de una muy celosa propietaria. Busqué y rebusqué, tenía unos títulos en mente que se me habían antojado adecuados a las exigencias que yo misma me impuse. Si se trataba de un libro viajero, seguramente muchos tipos de personas lo encontrarían en el camino y él tendría que ser interesante y accesible a la mayoría, así que decidí que debería ser corto, de lectura ligera y ameno. Descarté la poesía porque no a todos les agrada y yo deseaba que mucha gente lo leyera. Descarté los libros con texto muy descriptivo para que la lectura fuera ágil y leyéndolo el tiempo se hiciera más ligero. Decidí que un libro de lectura juvenil sería más apropiado dado que la población mexicana es predominantemente joven y los adultos “no lectores asiduos” la encontrarían tranquila. Me encontré con un inesperado inconveniente: los libros que había enlistado en mi mente no existían en esa librería y pocos de los que ahí se encontraban eran conocidos por mí. Des los libros que conocía tenían novelas históricas muy densas, libros de la talla de Los Pilares de La Tierra y cosas así, libros que a un lector novicio le habrían resultado interminables; muchos otros eran de poesía y yo había descartado ese género. También encontré muchos de superación personal y cosas esotéricas pero eso no es mi idea de promover la lectura, cuando no hay más, pues lo acepto, pero esta idea del libro viajero tenía que ser algo mejor. Por otro lado, tenían la saga de Maze Runner, de Los Juegos del Hambre y de no sé cuántas otras obras llevadas a la pantalla y sumamente populares; pero no quise ninguna de ellas porque pensé que mucha gente diría “ya la vi en el cine”, y no se sentirían motivados a leerlas. Me encontré con una terrible realidad, de los libros que restaban yo era completamente ignorante. Lo único conocido que me latía para libro viajero era Cometas en el Cielo de Khaled Hosseini, pero en el último instante me pareció muy largo. La juventud mexicana no es muy lectora que digamos, de modo que no me decidí por ese, quería que muchos de los amigos de mi libro viajero fueran jóvenes. Al final me encontré con uno del que también hicieron película pero, al menos en México no fue algo muy sonado y es el que elegí: “El dador de recuerdos” de Lois Lowry.
Coloqué el sticker del Club de Lectura: con un libro entre las manos y mi mensaje de presentación del Libro Viajero. Tomé las fotos para evidencia de nuestra mutua aventura y me despedí del libro.
Debo decir que mi día había transcurrido con la agenda muy apretada. Había escrito apresurada, minutos antes, el mensaje de presentación y compré al lado de la librería el pegamento para preparar al viajero y ya pasaban las 9pm, como verán en la fecha que pone la cámara en las fotografías. Yo estaba esperanzada a que en la cafetería del Centro Comunitario de mi Universidad hubiera tanta gente que más de alguno se interesaría por darle alas a mi libro aún a esa hora.
En la enorme cafetería coloqué al aspirante a libro viajero en uno de los módulos para depositar las charolas de comida y disponer la basura, bien visible. Me coloqué a cierta distancia de él (unos 7 metros) en un sitio estratégico para observar al posible acompañante del primer vuelo de mi libro y, cámara en mano me dispuse a esperar. No tardó en llegar un conserje del lugar, miró de reojo el libro y le echó una toalla de limpieza parcialmente encima volteando para todos lados y se alejó un poco a limpiar el piso, yo seguí esperando… cada que alguien se acercaba a dejar una charola o tirar basura, el conserje se acercaba y simulaba limpiar el piso en derredor y la gente se ahuyentaba, así pasó como con unas 15 personas. En una de esas le hablaron al conserje para algo, otro conserje se acercó y tomó la toalla de limpieza alejándose del lugar, en eso una mujer de unos cuarenta y tantos años pasó junto al libro, lo observó con detenimiento, lo volteó y leyó la contraportada y… de nuevo aparece el primer conserje y pone en ese sitio su escoba recargada mirando a la mujer, obviamente ella dejó el libro y continuó su camino sin haber visto el mensaje de presentación del libro viajero. Regresó el 2do. conserje y se llevó a la escoba vigilante. Era tan curiosa esta escena con el conserje que decidí sacar la cámara para capturar ese comportamiento. Pronto pasó una joven de unos 21 años, se interesó por el libro y lo abrió, parece que empezaba a leer, quise tomar una foto y llegaron dos señoras con una niña en brazos y me taparon por completo el campo de visión, no pude tomar la foto. Cuando me dejaron entrever el sitio, el 1er. conserje ya estaba otra vez en escena y la muchacha ya se alejaba del lugar. Al tiempo un muchacho se acercó y sin tocarlo se quedó mirándolo, quise tomar la foto cuando alargó la mano hacia él y las baterías de la cámara se acababan de descargar, de cualquier manera el celoso conserje se había acercado y esta vez ponía junto al libro su botella térmica de agua (porque el calor ha sido insoportable últimamente), el chico se despidió del libro con una mirada sobre el hombro y se alejó. Yo entre tanto había tomado el celular para usarlo de cámara emergente, no toma fotos de buena calidad pero de eso a nada… Al tiempo pasó una joven de unos 27 años, miró el libro y quiso tomarlo pero cuando volteó en mi dirección (ya semivacía la cafetería a esas horas) me descubrió en una esquina y supongo que el celular listo para disparar la ahuyentó. Decidí esconder un poco el celular entre otros libros que inevitablemente compré junto al candidato a libro viajero. El conserje celoso regresó, tomó su botella de agua y trajo otra escoba para custodiar al ansioso viajero. Otros tantos jóvenes pasaron mirando con insistencia al solitario aprendiz de viajero, pero la escoba firme custodiaba al prisionero e intimidaba a cualquier curioso. A pesar de ello pasaron 3 jóvenes, dos hombres y una mujer, se acercaron valientes al libro (superaban en número a la amenazante escoba) y lo hojearon leyeron portada y contra portada curiosos y leyeron el mensaje de presentación, el conserje se les acercó y los circundaba por todas partes, ahora descaradamente tratando de intimidarlos con su lenguaje corporal y quitando y poniendo cerca la escoba hasta que desanimados se retiraron despidiéndose con una sonrisa, estas fotografías sí las pude captar, ahí se ve el conserje con gorra y la consabida escoba. Se descargó mi celular y saqué el segundo celular para captar la escena. Después de esto se acercaron otros dos jóvenes que iban juntos, lo miraron y se alejaron sin tocarlo, uno más se acercó y lo hojeó y no se atrevió a llevárselo. El conserje ya se había tenido que retirar. Estaban cerrando la cafetería y yo me levanté, recogí al desilusionado Libro Viajero y ambos nos despedimos del lugar.
Volveré a intentarlo y les comento.

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